18 mayo 2006

El Ceremonial en el Palacio de Versalles durante el reinado de Luis XIV

El Palacio de Versalles y la Corte, con su estricto protocolo, se convirtió en un símbolo del absolutismo monárquico.

En 1682 la Corte se trasladó a Versalles, que hasta 1789 se convirtió en la capital de Francia.

Estaba formada por veinte mil personas, además de nueve mil soldados acuartelados en la villa de Versalles.

Vivían en Palacio mil cortesanos y cuatro mil sirvientes.

Luis XIV impuso un rígido ceremonial dirigido a manifestar la preeminencia del soberano. El celo con el que el Rey Sol cuidaba el mantenimiento de la etiqueta era proverbial. Nisiquiera a su hermano le permitía libertades. Y si los demás estaban sometidos a una disciplina estricta, él era el primero en seguirla. Pero este riguroso ceremonial creó un ambiente a veces malsano, que explica las críticas de escritores como Saint -Simon o La Bruyère.

Ello no significa que no hubiera lugar para la relajación. Así, cuando María Teresa de Austria, la esposa española de Luis XIV murió en 1683, el propio rey llevó una vida familiar con su favorita Madame de Maintenon, de modo que solía refugiarse en los apartamentos de la dama incluso para atender asuntos de Gobierno. También había estancias especiales para sus aficiones personales como la Sala de Pelucas, la de Billar o la Sala de Cuadros.

Pero el gran momento de diversión para la Corte eran las "noches de Apartamento". Todos los lunes, miércoles y jueves, de siete a diez de la noche, de otoño a principios de la primavera, el Rey organizaba una "soirée" a la que asistían todos los cortesanos y en la que se relajaba la rígida etiqueta. El lugar de encuentro eran las salas que formaban el Gran Apartamento del Rey. Bajo las sugestivas pinturas de los salones de la Abundancia, de Diana o de Marte, los cortesanos iban de mesa en mesa, entre pirámides de frutas, copas de confitura y toda clase de bebidas. En una sala se jugaba al billar, en otra a las cartas.., y el soberano se paseaba de un grupo a otro, sin permitir que se le hicieran reverencias, conversando y bromeando con los nobles y haciendo cumplidos a las damas.

Pero el día terminaba con otro acto de adoración: la cena, a las diez de la noche. El Rey cenaba bajo la mirada de los cortesanos, que se agolpaban en la cámara y seguían con toda atención sus gestos y palabras. Algunos elegidos lo acompañaban en la última ceremonia del día, la de acostarse: Le coucher du Roy. Concluía así la órbita diaria del Rey Sol, repetida durante decenios hasta su muerte, en 1715.

Desde las seis de la mañana la guardia ocupaba sus puestos en los patios del palacio. En las "Grandes dependencias" los intendentes y empleados comprobaban el reparto de víveres y bebidas, mientras que en la cocina de la Boca se comenzaba a preparar el caldo del Rey. Los señores titulares de los altos cargos se disponían a asistir al "Pequeño Despertar del Rey" en una de las 200 estancias de Palacio.

Dentro de la etiqueta de Palacio, el momento de levantarse comportaba una ceremonia cuidadosamente reglamentada y que tenía un nombre especial: Le lever du Roi, el despertar del Rey. En invierno, el monarca se despertaba a las ocho y media de la mañana. En ese momento, el ayudante de cámara, que había dormido al pie de su lecho, le susurraba: "Señor, es la hora". Entraban entonces el Primer Médico y el Primer Cirujano para informarse de la salud regia, a la vez que daba paso a las "grandes entradas", es decir, a los miembros de la familia real. Cuando hermanos, cuñados y tíos rodeaban el lecho, el Primer Gentilhombre de Cámara descorría el dosel de la cama y le ofrecía la pila de agua bendita y un libro de oraciones, con el que el Rey rezaba un cuarto de hora. Todos, de pie y con los ojos bajos, acompañaban este breve ejercicio religioso.

A continuación empezaba, en presencia de todos, el Petit lever: el rey salía de la cama, se ponía una bata y se instalaba en un sillón, donde un barbero lo ayudaba a peinarse y, un día de cada dos, a afeitarse. Al mismo tiempo entraban ministros y otros servidores, hasta un total de unas cuarenta personas. Luego el soberano pasaba a un salón adyacente, donde tomaba el desayuno (previamente probado por un doméstico) y se vestía ayudado por los cortesanos con el cargo honorífico de asistirlo: el Primer Gentilhombre de Cámara y el Maestro del Guardarropa.
En la Galería de los Espejos los señores y las damas esperaban la llegada del Rey para acompañarle hasta la Capilla. En el recorrido hacia la Capilla, se pasaba por las "Grandes Estancias", lugar público desde que el Rey decidiera abandonarlas para ocupar sus estancias privadas. Luis XIV se paseaba custodiado por cuatro guardias y un capitán que, detrás de ellos, iba recogiendo los "plácets" (peticiones escritas) de los cortesanos. El Rey atravesaba seis salones contiguos hasta llegar a la Capilla donde, a las diez de la mañana, tenía lugar la misa.

En la Capilla, el Rey y su familia se situaban en la tribuna frente al altar y las damas de la Corte ocupaban las tribunas laterales.

En el Gabinete del Consejo, una sala de reunión de Palacio, el Rey acostumbraba a reunirse con los Ministros que formaban parte del Consejo: el canciller, el inspector general de Finanzas y algunos secretarios, como el señor de Torcy, encargado de Asuntos Exteriores, o el señor de Barbezieux, encargado de la Guerra.

En la misma sala, Luis XIV concedía las Audiencias, era el momento del Grand lever, al que asistían todos aquellos que, mediante exquisitas y complicadas maniobras, habían conseguido una licencia para formar parte de las "pequeñas entradas", un privilegio que intentaban aprovechar para que el Rey se fijara en ellos y poder obtener un favor.

"El almuerzo en privado" (Le dîner au Petit Couvert) tenía lugar en la estancia del Rey a la una. El capellán recitaba el "benedicte" y el veedor de viandas destapaba las soperas (en esta época no se acostumbraban los comedores, todos los habitantes de palacio comían en la cocina, con excepción de los reyes, que lo hacían en su habitación. Se dice que Luis XIV comía con las manos, a pesar de que ya se acostumbraba el uso de los cubiertos).

A las diez de la noche, la cena del "Gran Cubierto"(Dîner au Grand Couvert). Luis XIV acostumbraba a cenar en público, servido por gentilhombre y en compañía de su familia. Durante la cena, Monseñor y los príncipes se sentaban al lado del Rey ante los asistentes, delante de ellos, se sentaban las damas con título, y detrás de ellas, de pie, los cortesanos y curiosos. La cena podía ser presenciada por todos, pero la asitencia, debido a la escasa capacidad de la sala, era controlada por el ujier.

Cada servicio de alimentos era presentado y probado previamente por un séquito de veedores de viandas. Se presentaban en la mesa alrededor de cincuenta platos diferentes. La cena duraba alrededor de tres cuartos de hora.

Por último, el rey volvía a su dormitorio. Arodillado ante su sillón, rezaba durante otros quince minutos, ahora secundado por los nobles y clérigos presentes, entre ellos el Gran Limosnero, que dirigía la oración en voz alta.
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Información extraída de "Versalles: el Resplandor del Rey Sol", publicado por Jesús Villanueva (Investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona) en el nº 10 de la Revista Historia, y de una publicación de Béatrix Saulé, Conservadora Jefe y Directora del Departamento Cultural del Palacio de Versalles.
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Luis Rodriguez Ennes, Catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Vigo, señala en su artículo titulado "Apuntes históricos en torno a la evolución del protocolo desde la Roma Imperial hasta finales del Antiguo Régimen" lo siguiente: "El modelo de la sociedad cortesana de Luis XIV puede resultar útil para la interpretación de las ceremonias del Antiguo Régimen ya que, con las debidas cautelas, aporta una serie de consideraciones que pueden trasladarse a los comportamientos y actitudes de las instituciones urbanas, de manera que las ceremonias y celebraciones públicas adquieren un sentido y un valor más profundo que la simpre formalidad o aparato externo. La atención y el cuidado con el que se preparaban las ceremoniasy los pleitos que por su causa se suscitaban, deben entenderse como un modelo de autopresentación de las instituciones urbanas que ejercían algún tipo de poder; una autopresentación en la que la opinión del pueblo y de las demás instituciones desempeñaba un papel determinante y el poder y prestigio de cada unadependía, no sólo de su capacidad objetiva de decisión, sino del refrendo del resto del cuerpo social".

Sitios de Internet recomendados:
http://www.chateauversailles.fr/fr/311_La_journee_du_Roi.php
http://www.daysofroyalty.com

Fotografías del Palacio de Versalles

Película- "Le Roi Danse" de Gerard Corbiau.
Libros- "Les plaisirs de Versailles" escrito por Philippe Beaussant.

3 comentarios:

Javi Araguz dijo...

Me ha gustado leer tu artículo, en julio voy 15 días a París y por supuesto voy a ir a Versalles, jejeje. Cuando escriba sobre mi viaje me gustaría hacer un link hacia tu artículo ^_^

Nerea Mestres dijo...

Hola Javi, me alegro mucho de que te haya gustado.
Después de haber leído algunas de las publicaciones de tu página personal, que me ha encantado, estoy segura de que escribirás un artículo estupendo sobre París a tu regreso.
Espero que lo pases muy bien en tu viaje.
Un saludo, Nerea.

Camila Pringles Granel dijo...

NEREA
muchas grasias por tu articuloh me ha sido de gran utilidad para mi trabaho. grande nerea!!